Friday, January 06, 2012

Ciudad de Dios, habitantes del infierno

Ciudad de Dios conjuga el pandemonium de la capital del infierno, erigida de la nada, sepultada en el olvido y abandonada a la suerte de la ruleta rusa por los arquitectos del orden y el progreso.

Con base en una estructura que va contra los discursos lineales, y bajo la sombra de la estética de la violencia, edificada por el Cinema Nouvo en los años sesenta; surge un largometraje que sabe mezclar de manera magistral, la realidad de "siempre" con la perfección de "nunca" en el cine latinoamericano.

Si se quiere rastrear los antecedentes históricos de Ciudad de Dios, inevitablemente el espectador deberá remontarse al pasado del cine brasilero, pues esta furiosa y terrible película no surge por generación espontanea, sino por efecto de la obra de Glauber Rocha, cabeza visible del Cinema Nouvo y padre fundador de la estética violenta del hambre.

Fernando Meirelles, director de este largometraje, se convierte en antropófago, para engullir a placer desde la historia del cine brasilero hasta el cine hiperviolento de Sam Peckinpah, desde las películas callejeras de Scorsese, hasta los espirales tremendistas de Tarantino, desde el realismo sucio y desesperado de Héctor Babenco, hasta el hiperralismo poético y salvaje de David Lynch; todo en una combinación genérica y explosiva del cine de gánsters con el de buenos, malos y feos, en una extraña mezcolanza conceptual, condenada por trivializar la violencia y elogiada por documentarla sin medias tintas.

Si hay algo absolutamente cierto en el cine latinoamericano, es que Meirelles sabe muy bien cómo mantener atado al espectador. ¿Amedrentándole? quizás...y vaya manera de amedrentar la que tiene. El Jardinero Fiel (otro de sus largometrajes) es valiente y honesta, pero es que Ciudad de Dios encima, es real. Contemplar cómo la vida vale nada, y filmarlo de esa manera, es digno tanto de aplauso, como de posterior jaqueca y prohibición de olvido. Innovador en la técnica y con un pulso narrativo excelente, todavía se apoya en un montaje ¿feroz? para adentrar al espectador a un mundo que sólo imaginaba, y por supuesto, no suponía que fuese tan malo. Pero cuando se descubre que oír y ver son dos verbos distintos, es entonces el momento de entender que el miedo puede llegar a ser infinito.

Ciudad de Dios es de las mejores óperas primas jamás hechas. A la media hora de comenzada, ya se está inmunizado contra el siguiente que pueda tirar del gatillo. Jack el Destripador termina siendo un hombre cualquiera frente a este colosal, brillante y bien cocinado banquete de violencia. Pareciera el film perfecto para recomendar a un enemigo, pues pese a ser una obra de arte, contemplar un Pulp Fiction a la brasilera, rebasa lo que humanamente se puede digerir. Sin embargo, marca definivitamente la diferencia, y grita a pulmón abierto que hacer buen cine latinoamericano, sí es posible.

1 comment:

Gabita said...

Buena crítica para una película que a pesar de su contenido crudo y real logró enfocar todo lo que tenían que pasar desde la niñez las personas que se venían inmersas en la violencia protagonizadas por las bandas de Favelas . Un film excelentemente realizada.